TIERRA DE BARDOS, CIERRA.
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Alcander, de Luisa Fernández

Ya está aquí... Legados

viernes, 25 de abril de 2008

La Encantadora de Dragones II

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NOTA DEL AUTOR: Esta historia corta es sencillamente una simple aventura, como las de antaño, sin ningún tipo de ambición en especial más que el puro entretenimiento y el desfogue personal. A veces se agradece este tipo de historias poco profundas, ligeras. No busquéis por tanto, visitantes, grandes dilemas ni mensajes ocultos.

Sólo es una aventura de fantasía, que a mi modo de ver no es poco.


***
Zallan aulló al cielo. Quien no haya escuchado jamás el sentido lamento de un dragón no puede imaginar el dolor que subsiste en dicha criatura al proferirlo.
Se dice que las lágrimas de un dragón tienen la potestad de sanar a aquellos por las que son derramadas. Fuera o no realidad, el llanto no devolvió a la vida a la hermana de Zallan, sencillamente porque su alma ya había volado lejos. Tampoco sirvieron los cabeceos delicados con que el imponente dragón negro trataba de despertar a quien ya no era más que un cadáver. Los dragones no eran tan sagaces como los hombres, pero poseían una inequívoca inteligencia. Sin embargo, en momentos de extrema furia o pena, solían perder toda razón, ya fuera para estallar en pura ira y convertirse en fuerzas desatadas de la naturaleza, o para, como era el caso, sumirse en el desconsuelo más hondo.
Zallan no era el único que lloraba junto al cadáver de la dragona gris. Había con él una joven, lo cual era muy extraño, pues los dragones no gustaban de los hombres, y éstos a su vez odiaban, cada vez con más ahínco, a los reptiles alados.
La muchacha no tendría más de dieciocho primaveras. Era hermosa, extraordinariamente hermosa, con sus radiantes ojos de un esmeralda casi imposible y su larga cabellera del tono del azabache más intenso que cabía imaginar, en claro contraste con una piel pálida como el alabastro. Vestía una capa encapuchada y ropas ceñidas igualmente negras, por lo que sólo el brillo metálico de las escamas del dragón evitaba que ambos cuerpos se confundieran.
Sí, era hermosa, como sólo podía serlo la noche.
Su nombre era Phiore. Escasos eran cuantos amigos tenía entre los hombres, y poco o nada moraba entre ellos. No obstante, para éstos era también conocida como la Encantadora de Dragones. Curioso nombre, pero con un claro significado.
Phiore no había crecido entre hombre o mujer. Sus hermanos jamás habían sido en aspecto como ella, y sus juegos de infancia resultaron muy distintos a aquellos con los que disfrutaban los niños humanos. Y era así porque Phiore había sido criada por dragones. Abandonada en pleno bosque, quien sabe por quién y porqué motivo, el bebé hubiera fenecido sin remedio de no haber pasado junto al insignificante bulto un acosado ciervo.
Un ciervo que estaba siendo perseguido por un dragón.
Aquella criatura, que muchos llamaban bestia, respondía al nombre, entre los suyos, de Llathlan. Era un inmenso dragón caoba, una hembra, y estaba cazando. Quiso el azar que el olor de su presa la llevara a encontrarse con una captura que sin duda no había esperado: una criatura humana. Olisqueó al lloroso bebé, y tentada estuvo de sencillamente engullir aquel bulto de carne; pero fue prestar atención a los, incluso por entonces, poderosos ojos verdes de la criatura, y perder toda ansia de alimentarse. Aconteció entonces lo que jamás antes había ocurrido.
Un dragón adoptó a una criatura humana.
Así, la pequeña, nombrada por su extraña madre como Phiore, que en el idioma de los dragones significa “aquella con el poder en su mirada”, creció como una más de una camada de dos docenas de crías de dragón. Su crecimiento fue obviamente más lento que el de sus “hermanos”, pero no fue hasta varios años después de ser hallada por Llathlan que comenzó a comprender, aún en su ingenuidad infantil, que no era como sus hermanos.
No le importó, al cabo. Quizás su aspecto no fuera el de un dragón, quizás no pudiera volar como un dragón, ni poseyera la fuerza de éstos, pero ella se sentía como un dragón.
Y ahora yacía frente a ella el cuerpo sin vida de una de sus hermanas. Junto con Zallan, Schervilla había sido uno de sus parientes más amados. Había muerto, y no era la primera muerte.
Su naturaleza humana logró que la desesperación no se cebara en ella así como lo había hecho con Zallan. Aún con las lágrimas recorriendo sus mejillas, examinó con la vista la terrible carnicería. Schervilla había sido empalada con dos enormes saetas provenientes, sin duda, de sendas ballestas de guerra. La piel de los dragones era férrea, pero tenía límites, y ciertamente no era la zona del corazón la más protegida. No contentos con aquello, los asesinos habían destripado al reptil, y le habían arrancado el herido corazón, sin duda para venderlo como componente para algún hechicero loco. En el colmo de su sadismo, habían cercenado el cuello de Schervilla, como si temieran que incluso sin corazón pudiera volver a alzarse.
-Monstruos asesinos…- gimió Phiore.
Y entonces se alzó un rugido monumental. Al fin, Zallan había pasado de la pena a la ira más horrible. El bramido espantó a cuanta criatura pululaba por la zona, aves y bestias de tierra, y se escuchó en todo el bosque.
-¿Y nos llaman a nosotros bestias sin corazón? ¿Quiénes son los desalmados?- tronó el dragón negro, en una pregunta que no buscaba respuesta, en realidad- ¡Morirán por esto! ¡Los perseguiré y los descuartizaré como ellos han hecho!
Así era, los dragones hablaban. No solían hacerlo con asiduidad, menos aún usando el idioma de los hombres, pero resultaba que su propio lenguaje era complicado de pronunciar por cualquiera que no fuera dragón y poseyera la lengua bífida y las fauces profundas de éstos. Siendo así, tanto Llathlan como toda su camada se habían visto obligados a relacionarse con Phiore haciendo uso del habla humano.
Phiore palmeó el lomo de Zallan, no como haría con un caballo o un perro, sino como si el dragón fuera un igual. El contacto de su hermana calmó, como siempre ocurría, los exaltados ánimos de la criatura alada. La Encantadora de Dragones era una mujer dura, los últimos años le habían obligado a serlo. Pero debajo de aquella coraza, y bien lo sabía Zallan, había una muchacha dulce y de corazón tan hermoso como aquellos ojos tan radiantes. Y era así porque, al contrario de lo que la mayoría de hombres creían, los dragones no eran bestias despiadadas y sanguinarias. No, los grandes reptiles, como cualquier individuo que caminaba sobre dos piernas, podían tanto ser de alma bondadosa como perversa. Si se habían vuelto ariscos, al igual que ahora lo era Phiore, se debía únicamente a la agobiante persecución de la que, aún, estaban siendo objeto.
-El mismo grupo de mercenarios, otra vez- dijo la joven-. Observa la rúbrica en la saeta. Es idéntica a aquella que mató a nuestra amada madre.
Zallan volvió a bramar.
-Son sin duda los caza-dragones más diestros, y los comanda ese al que llaman Arghan, el Gran Caza-dragones. ¿Lo adviertes? Han utilizado ajedrea blanca, abundante en este bosque, para camuflar su olor. Por eso Schervilla no los percibió.
-Eso no les salvará de nosotros- gruñó Zallan.
-Cierto. Ya llevan sobre sus espaldas más de cinco de nuestros hermanos- maldijo Phiore-, y Arghan sólo muchos más. Es hora de que lo acabemos. No volverán a hacerlo. Ese monstruo tiene los días contados.
Y contempló a su hermano con aquella mirada profunda, con aquellos ojos verdes que ni siquiera un dragón podía resistir. Una fuerza inconcebible residía sin duda en aquellos orbes glaucos.
Su mirada le dijo a Zallan cuanto debía y cuanto deseaba.
Acabarían con quienes estaban masacrando a sus hermanos y hermanas.


(Continuará)

lunes, 21 de abril de 2008

PREMIO BRILLANTE WEBLOG 2008

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Orgulloso y agradecido os comunico que mi blog ha sido premiado con el galardón Brillante Weblog 2008, que me ha concedido Luis Tolkien desde su Leprechaun's Hole, un gran blog dedicado a nuestra común adorada Irlanda y nuestro no menos admirado J.R.R Tolkien. Gracias, Luis, espero que mis relatos sigan agradándote y agradando a todos mis visitantes (los de siempre y los nuevos), a quienes también doy las gracias y hago cómplices de este galardón.

Y así como dictaminan las bases del premio, quien recibe éste debe a su vez nombrar otros siete de su elección. Ahí van los míos:

-Víctor Morata, por Mente Creativa. Grandísimo escritor en ciernes, no olvidéis su nombre, seguro que en breve lo veréis en las bibliotecas adornando alguna gran novela que espero que se convierta en bestseller.

-Eva, por Injuriosa. Otra gran escritora aficionada, toda sencillez y delicadeza, una delicia leer cuanto tiene que decir.

-Lyra, por When the stars go blue. Hermoso lugar, hermosa música, y más hermosos los pensamientos en voz alta de Lyra.

-Carlos Azaustre, por Diario y dibujos de un tonto del lapiz. Gran creador de tiras cómicas, un paseo por su blog garantiza una carcajada diaria, como poco.

-4nigami, por 4nigami's World. Una fotografa en formación. Fotos del día a día, cargadas de sentimiento y realismo.

-Cristina, por Historias de Diván. Elegantes historias con un toque de glamour.

-Sybila, por El Blog de Sibyla. Si buscas empaparte en la cultura de este y otros siglos, aquí encontrarás todo un universo de grandes figuras y genios. ¡Por que la cultura no tiene fronteras ni entiende de géneros!

Me ha costado decidirme, pues mucha otra gente merecía los premios, pero al final me he decidido por estos 7 grandes blogs. ¡Espero que os gusten!

Bases del concurso:
· Al recibir el premio, se ha de escribir un post mostrando el premio y se ha de citar el nombre del blog o web que te lo regala y enlazarlo al post de ese blog o web que te nombra ganador.
· Elegir un mínimo de siete blogs (pueden ser más) que creas que brillan por su temática y/o su diseño. Escribir sus nombres y los enlaces a ellos.
· Avisarles de que han sido premiados con el premio "Brillante Weblog".
*Opcional. Exhibir el premio con orgullo en tu blog haciendo enlace al post que tú escribes sobre él.

sábado, 12 de abril de 2008

La Encantadora de Dragones I

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Para Fiore
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El enorme guerrero afianzó sus pies y blandió con ahínco la espada, sirviéndose de su diestra, mientras con su zurda sostenía el escudo. De esa guisa, plantó cara a la bestia.
El dragón rebufó. Era su modo de reír ante aquel patético hombrecillo que osaba desafiarle alzando un mísero mondadientes de acero y un rondel de madera que no soportaría ni su embate más débil. ¿Qué tenía aquel individuo en la cabeza? A buen seguro se trataba de algún demente que ansiaba la muerte, o tal vez uno de aquellos estúpidos paladines que marchaban en busca de gloria, pero que tenían más músculo que cerebro.
Aunque no era dado a la violencia extrema, por mucho que fuera tal la creencia entre los hombres, el dragón gris- grande como la más vetusta de las encinas- se encaró con el guerrero. En otras circunstancias habría levantado el vuelo y sencillamente se habría marchado. Tarde o temprano el guerrero hubiera abandonado las cercanías de su hogar.
Pero la situación era especial. El dragón, que en realidad era una hembra, cargaba sobre su lomo con una responsabilidad. En las entrañas de la cueva a sus espaldas reposaban los huevos producto de su último apareamiento. Como toda madre, la dragona defendería a sus futuras crías con toda su fuerza, que no era poca.
El guerrero no atacó, sencillamente se quedó allí plantado, como una estatua. Era extraño, pensó el reptil alado, que no desprendiera olor alguno, más que el propio de aquel bosque. Habitualmente los humanos apestaban a sudor y cerveza, pero éste parecía no ser el caso. De todos modos, la criatura no sostuvo aquel pensamiento durante mucho. Fuese como fuese, la dragona no quería en verdad matar a aquel individuo, y en su ingenuidad pensó en asustarlo, y si ello no funcionaba, apresarlo con la garra y lanzarlo al río cercano, donde la corriente lo llevaría lejos. Si moría ahogado, sería problema del propio guerrero. Al menos ella le habría dado una oportunidad de salir con vida, que era más de lo que él se disponía a hacer con sus huevos y con ella misma.
Avanzó pues una zancada. El guerrero ya temblaba todo él, y durante un momento la dragona creyó que se daría la vuelta y echaría a correr.
Pero no lo hizo.
Fue al dejar la cóncava bóveda que antecedía a la cueva, y quedar a cielo descubierto, cuando la dragona comprendió su error. Advirtió movimiento sobre el risco, pero ya era demasiado tarde.
Dos grandes flechas, del tamaño de hombres, se hundieron en su piel escamosa.
Una llegó directa al corazón.
Un suspiro antes de morir, la dragona vio en sus ambarinos ojos la figura de su asesino, un hombre corpulento entre los suyos aunque no tanto como el guerrero que habían usado de cebo; portaba larga barba y más larga aún melena pelirroja. Luego cerró los ojos. La arenosa voz del asesino fue lo último que escuchó.
-Bestia estúpida.

(Continuará)

Narración radiofónica de mi relato "Como hadas guerreras"