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domingo, 1 de marzo de 2009

Cuentos de Erian - El Puente de los Paladines (I)

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Pues bien, como había anunciado, aquí va la primera parte del primer cuento de Erian. Recordad que se trata de una historia basada en una leyenda propia que creé para dar trasfondo histórico a una de mis novelas basada en ese mundo.
El orden de las historias no será cronológico. Este relato, en concreto, acontece en los días de uno de los grandes conflictos de Erian, la Segunda Guerra del Destino (el tema de la novela inicial), más de 30 años antes de los tiempos en que el padre le cuenta la historia al hijo. Mientras los grandes héroes viven la aventura principal, otros acontecimientos ocurren en paralelo.
Espero que os guste. Y, por supuesto, espero críticas para mejorar el relato.
PD: Desde el fantástico blog Descubre Irlanda (visitadlo!!!), el buen Luis Tolkien comentaba en el anterior post la semejanza entre el nombre de Erian y Erin (uno de los muchos nombres de Irlanda). Sí, es una especie de pequeño homenaje, Luis, pero no va más allá. Erian no está basado directamente en la Irlanda antigua, ya que se trata de un mundo entero. Por supuesto, hay pequeños detalles que recuerdan a las mitologías celtas, pero también a muchas otras. Vamos, como lo hizo el gran profesor Tolkien. Al fin y al cabo, toda obra se ve influenciada por las pasiones de su autor.

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EL PUENTE DE LOS PALADINES (I)
Javier Pellicer


I

—¡Papi, un cuento antes de dormir! —le pidió el menudo niño a su padre, mientras éste lo arropaba en la cama.
—Está bien, está bien, fierecilla, o no te dormirás. Veamos… ¿Cuál quieres hoy? —le preguntó.
—¡El del monstruo del pantano en el Inframundo! ¡O el del demonio de fuego que vencisteis en Calanas!
—¡Pero si esos ya te los he contado un montón de veces! —dijo el padre— Espera, se me ocurre uno que nunca has oído.
—¡Sí, sí…! —aplaudió el chiquillo— ¿Cómo se llama?
—Déjame pensar… —rumió el hombre— Lo llamaremos «El Puente de los Paladines». Y comienza así…

***

Ni siquiera la recia armadura con ribetes broncíneos que portaban podía proteger su corazón de horrores como el que ahora contemplaban. En adelante, las imágenes de aquella desolación formarían parte imperecedera de sus pensamientos, hasta el día de su momento final.
Finn y Bernard, Caballeros del Fénix de Bronce, observaban la escena con una mezcla de piedad, congoja, náusea… y rabia. Inihs Caoinn, antaño bella aldea del Reino de Antala, situada en el inmejorable paraje de las Colinas Verdes, era ahora pasto de la desolación absoluta. Todo era ruina, de los edificios sólo quedaba la piedra, ennegrecida por las llamas que habían consumido la madera y la paja de sus techos; una capa de hollín cubría las calles de tierra, pero en algunas zonas esa misma ceniza aparecía encharcada con una sustancia densa. La sangre de sus habitantes, que habían sido tomados por sorpresa, alimenta ahora la tierra. Así obran las fuerzas del mal.
Así obra el Paladín Sombrío[i].
No había cadáveres en el suelo. Los invasores se habían divertido preparando algo especial para los muertos. En el centro del poblado se erguían dos grandes postes, y entre ellos un madero travesaño; en toda su extensión, y también cuan largos eran los pilares, se habían clavado infinidad de puntas de oxidado hierro, como clavos de un gran mayal. Y colgados de dichos garfios, el horror: decenas y decenas de cuerpos, tantos que no se podía atisbar la piel de la madera, habían sido empalados en cada uno de los hierros, y por las distorsionadas muecas de indescriptible sufrimiento de los desgraciados, debieron estar con vida en el momento fatídico.
Sólo las aves carroñeras que daban buena cuenta del festín parecían dar gracias de la matanza. Los dos paladines, de pie y con la faz demudada por el asco, no podían hacer más que rezar y prometer venganza.
—Que Valdar los tenga en su seno —rezó Bernard.
—Y que Héymdall, Señora Eterna de la Justicia, nos dé la oportunidad de una merecida venganza —gimió su compañero.
Los Caballeros del Fénix habían llegado a la aldea para reclutar soldados. La guerra hacía días que era una realidad, y la Orden de Caballería había enviado a algunos de sus hombres a todos los rincones de Antala, en busca de hombres que empuñaran las espadas cuando la batalla lo requiriera. Una misión que en principio debería haber sido anodina. Pero como solía decirse... ¿Qué podía la voluntad del hombre hacer contra los designios del destino?
—¿Sabes lo que significa esto? —comentó Bernard.
—Por supuesto. El enemigo ha desembarcado por nuestra retaguardia y pretende sorprendernos —dijo Finn, el más joven de los dos con apenas veinticinco añadas a cuestas, y un par como paladín de bronce.
—Cierto. Pero a la vez no creo que sea tan sencillo —dijo el hombre, mientras mesaba su abundante barba negra.
—¿A qué te refieres?
Bernard señaló la desolación de Inihs Caoinn.
—Es comprensible que no lo hayas percibido entre tanto horror, pero observa con atención —comentó el paladín—. Sí, la destrucción es impresionante, pero no se ven marcas de máquinas de asedio en los caminos, ni los campos se muestran tan arrasados como sería el caso si se interpusieran ante un numeroso ejército. Eso me hace suponer que se trata de un grupo reducido, al menos para un ataque formal. No sé, quizás sean unos doscientos akhemennios[ii].
—Suficientes para arrasar pequeñas aldeas, pero no para una invasión, entiendo lo que dices —Finn asintió.
—Imagino que su pérfida misión es acabar con cuantos poblados puedan y así reducir nuestras tropas de reserva. Un plan hábil y rastrero, como corresponde a esas malditas comadrejas del demonio, y a su perverso patrón.
—Deberíamos dar la voz de alarma.
—Sin duda, pero antes sería una buena idea saber dónde golpearán la próxima vez —y el veterano paladín hizo pie en los estribos de su rocín, y se aupó a la silla sobre el brillante lomo—. Si logramos adelantarnos podremos alertar tanto al siguiente pueblo amenazado como hacer llegar un mensaje a Calanas.
—¿Qué hacemos con estos infelices? No me parece noble dejarlos así, sin un entierro digno —argumentó Finn.
Bernard miró al joven compañero desde la grupa de su jamelgo. Finn Galway era un buen paladín, con un futuro prometedor. Pero, como todo paladín inexperto, era un idealista consumado. En realidad todos los Caballeros del Fénix lo eran, incluso los veteranos, sólo que Bernard era una excepción. De familia humilde, era más consciente del mundo real en el que habitaba, más allá de las, en ocasiones, limitadas leyes de la caballería. Había sido nombrado paladín de rebote al salvar la vida de un Caballero herido tras la emboscada de unos e’kandri, hacía unos veinte años. Su valeroso acto le valió el apadrinamiento del noble, y su ingreso en la Orden, pero su modesto origen —sus padres eran simples granjeros, con apenas un pedazo de tierra en las cercanías de la costera Calian— sabía que le impediría alcanzar el rango de plata de la caballería.
No obstante, Bernard lo asumió desde el principio. Para él era ya de por sí un sueño haber llegado a paladín. Además, le habían demostrado confianza al hacerle responsable de su misión actual, poniendo a su cargo al joven Finn, un buen muchacho con el que ya había servido antes, pero que, a diferencia de él, no tardaría mucho en progresar en la Orden. Finn, hijo de un adinerado noble con tierras en el interior de Antala, no vería su futuro obstruido por un pasado pobre.
—Los vivos son más importantes que los muertos, compañero —argumentó Bernard—. Honremos la memoria de esta gente vengando su muerte y salvando a otros de tan horrendo destino.


II


Pronto hallaron huellas. Las botas claveteadas de los akhemennios eran pesadas, herían la tierra por la que pasaban y desbrozaban la hierba que pisaban. Rastrearlos era sencillo, adivinar su curso más aún.
—Los muy cerdos van al sur, siguiendo en paralelo la Ruta a la Luz. ¿Tan estúpidos serán de dirigirse a Calanas? —bramó Finn.
—Ni los akhemennios son tan idiotas —planteó Bernard—. Creo que ya sé donde descargarán sus embotadas garrochas. Hay un pueblecito a no mucho de aquí. Creo que se llama Chaion, un remedo de once o doce familias, a lo sumo. La arrasarán y supongo que luego seguirán hacia el este y luego de nuevo al norte, para no acercarse demasiado a la capital. Sea como sea, podemos adelantarles por otra ruta. Esas bestias marchan a pié.
Los dos Caballeros espolearon a sus monturas y se lanzaron al galope. Tomaron caminos más escondidos, alejándose de la ruta que suponían seguirían los akhemennios. Por cuantas granjas y haciendas pasaron se detenían unos instantes para alertar a los campesinos e instarles a marchar hacia Calanas para dar la voz de alarma. Por lo demás, su cabalgada era rápida, la urgencia los apremiaba; cada momento ganado a la horda akhemennia era una victoria, una posibilidad más para quienes habían sido destinados a ser sus víctimas.
Al fin, tuvieron que seguir por la Ruta a la Luz, el camino más ancho de Antala, que recorría el país desde los límites con Syn·nvallen, hogar de los albos, hasta las mismísimas puertas de Calanas. Habían adelantado a los akhemennios, y unos momentos era lo único que los separaba de la amenazada Chaion.
Unos momentos… y un puente. No tenía nombre, al menos Bernard no lo conocía. Era de madera recia, de troncos bien apuntalados y encordados con resistente soga. Sin duda, distaba mucho de el esplendor de un puente de piedra de manufactura talamh, pero cumplía a la perfección su tarea, salvar el ancho Brear, un río que bajaba caudaloso en aquella época. El puente era el único modo de cruzar el río por aquella zona, cualquier otra ruta obligaba a dar un enorme rodeo, tanto al oeste como al este.
Doblaron a su izquierda dejando la amplia calzada, y tras una hondonada casi podía decirse que les salió al paso la humilde Chaion. Humilde, sí, y sencilla, un grupo de casitas cada una con su tierra de cultivo, una diminuta herrería —que también hacía las veces de curtiduría y carpintería—, y un molino casi en el centro del poblado. La localidad se abrió animada a los ojos de los paladines, a pesar de sus pocos habitantes: las mujeres acarreaban agua en vasijas desde el pozo común, y con ellas iban los más pequeños; los hijos mayores ya trabajaban con sus padres en los campos o los comercios familiares. Todos eran ajenos al desastre que se les venía encima.
La llegada de los dos Caballeros del Fénix levantó un enorme revuelo. No hubo quien no dejara sus tareas para escudriñar a qué se debía una visita tan novedosa.
—¡Quiero hablar con el alcalde! —gritó Bernard— ¡Rápido, es urgente!
El reclamado, un hombre enjuto y encorvado por una agotadora vida de arduos trabajos, llegó al trote, y con él todos los vecinos.
—Mi señor paladín… —saludó el alcalde, pero Bernard lo cortó al instante.
—Escucha, buen hombre. No tenemos tiempo para nimiedades. Seré directo, pues. Corréis un grave peligro, que a duras penas mi compañero y yo hemos advertido. Casi siguiendo nuestros pasos viene una patrulla de criaturas del enemigo de Antala. Monstruosos akhemennios se encaminan hacia aquí con ánimo de arrasarlo todo.
Exclamaciones de sorpresa primero, y luego de profundo terror: alaridos, llantos…
—¡Serenaos, por Solamnish! —gritó ahora Finn, aunque su voz aguda no ayudó mucho.
—Señores Caballeros… ¿qué haremos? —balbuceó el alcalde.
—Huir a Calanas, sin más dilación —respondió Bernard—. Tomad a vuestras esposas e hijos, y no carguéis más que con las provisiones necesarias para el viaje. Si tenéis caballos, llevadlos con vosotros, y que al menos uno se adelante y advierta a las poblaciones de alrededor. Cuando lleguéis a la Ciudad de la Luz, informad a las autoridades. ¡Vamos, no os entretengáis!
El alcalde comenzó a impartir sus instrucciones. Y como el miedo es el más poderoso de los alicientes, la gente se movilizó con premura. Pero Finn se dirigió a su compañero, con el rostro serio.
—No lograrán llegar —dijo, en susurros—. Míralos, van con sus ancianos y sus niños, los akhemennios los atraparán antes de que pierdan de vista el poblado.
Señaló a sus espaldas, por donde ambos habían llegado a Chaion. Bernard asintió al ver lo que Finn le indicaba: una nube de polvo en la lejanía.
El enemigo se acercaba.
—Sí, tienes razón. Esta gente está condenada…
Permaneció un momento en suspenso, y luego retomó el hilo de sus palabras.
—…a no ser que les demos el tiempo que precisan.
Finn parpadeó, desconcertado.
—¿Y qué podemos hacer nosotros?
Bernard sonrió.
—El puente.



(concluirá en el próximo post)



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Notas:



[i] Caudillo que durante la Segunda Guerra del Destino enfrentó con sus fuerzas a los pueblos formados por la Unión —antalianos, albos, druidas y talamh—. Su finalidad era devolver al mundo a su señor, Bàlaggor, Dios del Olvido. En su día, el Paladín Sombrío fue un orgulloso Caballero del Fénix que se dejó corromper.
[ii] Los akhemennios son una raza de hombres nacida de la impía voluntad del Paladín Sombrío. Mediante la alquimia, éste cruzó a los primitivos phomhor con la sangre de los perfectos albos hasta crear una raza cruel pero manejable. Aunque algunos de sus enemigos los ven como demonios, no lo son. Son hombres.


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Ilustraciones creadas con HeroMachine 2.5

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por la aclaración de Erin, algo se notaba en el ambiente que apuntaba hacia Irlanda :) Tolkien go bragh!

LadyRugi dijo...

Me gustan mucho los nombres que empleas tanto para los personajes como para los lugares ¿Hay algún truquillo de escritor experimentado para ello?

Por otro lado el relato está muy bien ambientado, en especial la parte de la desolación del principio, aunque yo me he liado un poco cuando, más adelante, has explicado lo de que uno de los caballeros no podría ascender en la Orden por su origen humilde, no sé si es que has dado mucha vuelta o es que las horas y el fin de semana ya me afectan a mí...

En cualquier caso, espero impaciente la siguiente entrega ;)

Un saludo.

Víctor Morata Cortado dijo...

Bravo, Javi!!! He de confesar que se nota en tu estilo una evolución muy favorable y, si antes ya me gustaba como escribes... ahora más aún (que ya lo creía difícil). Muy buena la historia, el trasfondo, los detalles, la ambientación y los nombres. Todo es muy sugerente y se ve muy afianzado en ese mundo que has creado. Espero ansioso la continuación. Felicidades!!!

Belén dijo...

Hola, desde el paladín de la reina me gustaría premiarte por tu trabajo. Pásate por allí y recoge tu premio. Gracias

4nigami dijo...

Antes de nada...







¡¡LO SIENTO LO SIENTO LO SIENTOO!!

Siento haber estado tantísimo tiempo sin pasarme por aquí, siento no haber comentado, y sineto sobre todo tener esta sensación de haberte dejado abandonado! Pero es que últimamente tengo demasiadas cosas que hacer, y el poco tiempo que queda se me va volando...

Gracias por lo del post anterior... me hizo una ilusión enooorme =D, pero bueno... ya sabes que yo el único blog que sigo es el tuyo y un par de ellos más (aunque realemnte sólo me preocupa el no pasarme asiduamente por el tuyo, el resto son más... mmm... ¿prescindibles?), así que como siempre me siento halagada por el premio, pero yo no lo paso a otros.

Y bueno... acabo de terminar de leer el relato (¡Síii! ¡Tube tiempo suficiente para leerlo! =D) y me ha encantado, como siempre. Remarcar sobre todo lo que otros ya han dicho: me encantan los nombres de las ciudades, los países y las razas. Siempre me ha impresionado mucho la gente que tiene la suficiente imaginación para crear un mundo con sus propios nombres de lugares y razas y que quede bien... cosa para mí harto difícil.

En fin, que espero que publiques pronto la continuación, y espero tener tiempo para leerlo en cuanto lo hagas ;)

¡Por cierto! Ya tengo de nuevo mi cámara lista para sacar fotos ;) Lo que no tengo es mucho tiempo para hacerla so para actualizar... pero en cuanto tengo un huequito lo haré ;)
Además ahora tengo un blog nuevo (el cual aún no actualicé... aiix..) sobre publicidad de videojuegos... y es que en la clase práctica de diseño nos mandan hacer un blog sobre lo que queramos, y escogí eso... a ver qué tal lo hago =)

Bueno... creo que no tengo nada más que decir... ¿Te había contado lo de mi cámara nueva? Creo que no... me compré una Canon EOS 3000 =D Reflex jijiji... de carrete, peeero reflex a fin de cuentas ;) Este Sábado tengo una boda y ya sacaré fotillos con ella (y con la otra, claro =P).

Pues eso, que dejo ya de darte la tabarriña... A ver si actualizo ahora si encuentro algo de interés...

¡Espero que no te haya molestado que no me pasara por aquí en tanto tiempo! Y espero también que todo te vaya bien, que seguro que es así ;)




¡¡Besazoos!!





P.D.: ¿Al final qué fue de aquel relato que transcurría en Finisterra? ¿sabes algo?

Javier Pellicer dijo...

No tengo costumbre de contestar mis posts, pero teniendo en cuenta que me habéis planteado preguntas, voy a responderlas.

Lady Rugi:
¿Truquillo? En mi caso es una cosa instintiva. Por supuesto, me ciño a algunos aspectos básicos a la hora de crear un nombre: que suene bien fonéticamente, que tenga concordancia con aquello a lo que se refiere (no se le puede poner a un monstruo, por ejemplo, Edoan, que suena más a héroe), y, lo más importante, que me guste, jejeje...

Víctor: Gracias, tío. Viniendo de ti, que escribes genial y tienes una imaginación impresionante, me vale de mucho.

4nigami: Nada de disculpas. Tierra de Bardos es un lugar de visita voluntaria, eso es lo que hace grande a quienes lo seguís, que lo hacéis porque os gusta. En cuanto al relato de Finisterra, en principio me lo van a publicar en un libro recopilatorio de la Editorial Novaltea, en junio-julio de este año. Ya daré más información cuando sepa todos los detalles.

Lola Mariné dijo...

Oye, que bien escribes.
No soy muy aficionada a este tipo de relatos, pero me ha gustado mucho y lo seguiré con interés.
Un saludo.

Guillem López dijo...

Hola Javier. Me ha gustado bastante tu relato. Sin embargo el primer diálogo no me cuadra con el tono que sigue, que dicho sea de paso es genial. El primer párrafo de la historia es realmente bueno. El vocabulario también está muy bien, excepto en algún detalle como la expresión "de rebote" en el acceso del personaje al rango de paladín. Y la frase "Y como el miedo es el más poderoso de los alicientes..."
Creo que estás creando un mundo muy sólido. Y el éstilo es mucho mejor que el de tu novela La sombra de la luna. He notado un cambio sustancial de un texto a otro.
Enhorabuena.
Un saludo, compañero.

Anónimo dijo...

Sólo pasaba para saludar =) Bss*

Blanca Miosi dijo...

Javier, no puedo menos que admirar la naturalidad que imprimes a la narrativa de este género tan especializado. Empezando por los nombres, y también por la fluidez de los diálogos.

La forma como planteas la novela, es decir, con saltos temporales para incluir la narración del padre al hijo, me parece muy interesante, un poco complicado, pero si lo sabes hacer, estoy segura que el resultado será genial.

Felicitaciones!
Blanca

Elena Cardenal dijo...

Nunca me atrevería a escribir relatos de este tipo, me parece dificilísimo. Tienes una buena forma de escribir, un rico vocabulario y escribes bien el ambiente en el que los personajes se desenvuelven. Con esos ingredientes tienes mucho recorrido ya.
Que programa es exactamente heo machine??
Besos y te sigo leyendo!

Narración radiofónica de mi relato "Como hadas guerreras"