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Alcander, de Luisa Fernández

Ya está aquí... Legados

domingo, 22 de enero de 2012

Reseña "La zarza de las tres espinas", de Miguel Ángel Moreno

Siglo XVI. Son tiempos de la Inquisición en España y en toda Europa. Un entorno tan inestable en términos políticos y religiosos sirve de base perfecta para la nueva novela de Miguel Ángel Moreno, que escapa de la ciencia ficción de su anterior trabajo (“Praemortis. Dioses de carne”) para ofrecernos un trabajo muy distinto en apariencia, aunque con un trasfondo no tan alejado.

Tras una persecución por las calles de la Madrid de Felipe II de Austria, Lucas Belmonte es dado por muerto y llevado a una morgue. Pero aunque su cuerpo aparece inerte, su mente sigue viva, y su espíritu no ha abandonado la carne. Sumido en aquella soledad y obligada inactividad, descubrirá las traiciones a las que ha sido sometido por parte de las personas en que, en un momento u otro, había depositado su lealtad y su fe. A través de su memoria, descubriremos el pasado del personaje y cada paso que le ha conducido a ese punto.

Estamos pues ante una novela donde el peso narrativo recae en la intriga, con tintes de acción en ciertos momentos. A todo esto contribuye la propia confección de los capítulos, creados para dejar con la miel en la boca a los lectores y propiciar que siga leyendo. Los saltos en el tiempo están perfectamente gestionados para evitar confusiones y que la atención del lector se pierda, y refuerza esa sensación de misterio que impregna la trama.

La ambientación es sencillamente magnífica, aunque cabe decir que el autor no pone especial énfasis en explicar conceptos sociales e históricos. No nos abruma con citas sobre fechas, batallas o monarcas. No, sencillamente fusiona la historia de los personajes con la época histórica, de modo natural, sin forzar la situación. Así, la animadversión entre moros y cristianos que los enfrentó en aquellos tiempos es “presenciada” por el lector, como la ambientación en una película histórica donde no se explica cada detalle. El rigor histórico no se aúpa por encima de la novela.

Los personajes son, una vez más, el punto fuerte en una obra de Moreno. Especial énfasis en Margarita Valle, personaje que, en mi opinión, sobresale por encima del resto. Su carácter (no diré más, prefiero que el lector lo descubra por sí mismo) está tan bien dibujado que uno no puede dejar que le afecte, que le haga sentir. También destaca Jacobo Balius, el prior mercedario, otro individuo bien marcado. El misterio llega de la mano del Peregrino, capitán de barco de muchos recursos. Alonso, el amigo del alma de Lucas, completa el elenco principal junto al propio Lucas. Las relaciones especialmente entre estos personajes conducen la historia con gran acierto.

Esta es una historia que gira alrededor de la fe, en todas sus formas. La fe religiosa, la fe en uno mismo, la fe ciega nacida del amor (o la obsesión)... Y de como cada personaje la afronta de un modo distinto. Para algunos, esa fe sólo es una farsa tras la que escudarse para sus provechos; para otros, es la excusa a la que rendir sus instintos más primarios. El título de la novela hacer referencia precisamente a esto, a que la imagen de dios que tenían las religiones entonces era como una zarza de tres espinas, a la que había que aferrarse pero que a la vez provocaba heridas. Lucas Belmonte se hace esta reflexión, hasta descubrir una nueva forma de ver a Dios, más natural y menos agresiva.

En definitiva, La zarza de tres espinas es una novela de intriga y aventuras, de traiciones y obsesiones amorosas. Una apasionante historia que se deja leer con facilidad y que, en el aspecto documental, no exige grandes esfuerzos del lector para situarse en aquella etapa histórica, lo cuál la acerca a todos los públicos. Una novela que logra incluir un mensaje dentro de toda la aventura sin parecer algo forzado ni pretencioso. Más que recomendable.

sábado, 14 de enero de 2012

Reseña "Okela. Espartanos en Cantabria", de Pedro Santamaría

Uno sabe cuándo una novela le gusta de verdad en el momento que, tras empezar su lectura, sin darse cuenta ha llegado a la página 100 sin despegar los ojos ni una vez del libro. Eso es exactamente lo que me ha pasado cuando empecé a leer Okela. Espartanos en Cantabria, la primera novela de Pedro Santamaría, publicada por Ediciones Pàmies.

Cabe comentar, antes de iniciar la crítica en sí, que estamos ante una novela de ambientación claramente histórica, pero que hace referencia más a un mito que a algo demostrado por los historiadores. La trama nace de una cita del autor griego Estrabón, en su obra Geográfica, en la que hacía un recorrido por el mundo conocido por los helenos (y que contenía un capítulo especial dedicado a nuestra península, Iberia). La escueta frase comenta que “parte de Cantabria fue sojuzgada por los espartanos. Aquí también está Okellas, ciudad que se dice fue fundada por Okela...” En base a esta referencia, históricamente no probada por falta de datos, Santamaría ha creado una historia apasionante a medio camino entre el mito y la historia rigurosa. Esta se aprecia especialmente en la descripción del modo de vida espartano, su sociedad, sus costumbres, así como los pueblos y culturas que se presentan durante el periplo recorrido por el protagonista. Ahora bien, ¿existió tal viaje prodigioso? No hay pruebas de ello.

Pero vamos con el argumento en sí. Okela es uno de los guerreros espartanos más prestigiosos, perteneciente a la guardia real del mismísimo Leónidas (sí, el de 300). Su vida está volcada por completo a la defensa de su patria, Esparta, y al amor de su esposa. Pero corren malos tiempos para las tierras griegas. Jerjes, autodenominado Rey de Reyes, avanza con su interminable ejército persa sobre la Hélade. El propio Okela es enviado a espiar las fuerzas invasoras, y cuando vuelve a su país, no puede hacerlo de otro modo que con la peor de las noticias: El Imperio Persa es invencible.
El Oráculo de Delfos envía entonces un mensaje: Esparta está perdida, y si la estirpe quiere sobrevivir, deberán buscar las fuentes del Nilo de Occidente para fundar allá una nueva patria. Será Okela el elegido para liderar la expedición con trescientos hombres, su propia guardia real, ya que él deberá ser el rey de la nueva Esparta. Okela tendrá así que renunciar a todo: su esposa, su hijo, y la oportunidad de una gloriosa muerte junto a Leónidas.

Como se puede intuir por la sinopsis, estamos ante una novela con claro aroma épico. De hecho, hay escenas que recuerdan poderosamente al cómic y película 300. Pero la novela tiene personalidad propia. Santamaría imprime el ritmo adecuado para que la grandiosidad no suene manida y se adentre en el lector. Su narración es clara y te atrapa desde el primer momento, con frases gancho y descripciones agradables. Los fallos menores de estilo (tales como repeticiones de palabras) quedan sumergidos gracias a una prosa atrayente y a una construcción adecuada de la historia. Descubre al lector sensaciones como la encrucijada emocional de Okela, quien se ve dividido entre las exigencias de los vaticinios del Oráculo y el destino que desde niño le han enseñado a desear: la muerte en combate junto a su rey; o la separación con su mujer, a sabiendas de que con toda probabilidad ella morirá junto al resto de Esparta. Batallas grandiosas y momentos íntimos se suceden, mezclando épica, aventura y drama.

En cuestión de personajes, el protagonismo absoluto es por supuesto para Okela, creación del autor. En contadas ocasiones, Santamaría nos ofrece la visión de otros, pero lo normal es verlo todo a través de los ojos del líder espartano. En mi opinión, es el mejor método para que el lector tenga la oportunidad de conocer a fondo al personaje. La pléyade de secundarios ayuda y otorga consistencia al entorno de Okela, pero siempre sin hacerle sombra.

Una combinación de novela histórica y mítica. Esa creo que es la mejor definición de Okela. Espartanos en Cantabria. Una novela amena, absorbente, especialmente para los amantes de lo épico, y que se puede devorar en pocas sentadas. Rigurosa documentalmente al describir las culturas de la época, pero ficticia en todo lo que envuelve al viaje que emprende Okela. Es algo que no deberían olvidar los lectores más rígidos en el plano histórico. El libro, y el mismo autor lo asegura en su epílogo, no pretende crear una teoría, sólo entretener con una historia que, si no fue, al menos lo será en nuestra imaginación.

martes, 3 de enero de 2012

La portada

Saludos, caminantes.

El título de este post no podía ser más explícito. Quería comenzar este nuevo año en Tierra de Bardos con una entrada especial. ¿Y qué puede ser más especial que la revelación al fin de la portada de mi novela "El espíritu del lince"? Espero que os guste tanto como a mí. Cuando la vi por primera vez me quedé asombrado por la calidad de la ilustración, el montaje y el diseño.
No voy a decir más. Nunca mejor dicho, "una imagen vale más que mil palabras". Pinchad sobre ella y la veréis en grande:


Narración radiofónica de mi relato "Como hadas guerreras"